
Una noche, concretamente el 16 de noviembre de 1856, Eduardo y su mujer Catalina iban dando un paseo por las heladas calles de la antigua Valencia. Había nevado y el suelo presentaba una gran alfombra blanca. Los dos caminaban tranquilamente cogidos del brazo, cuando un sonido extraño peturbo su caminata. El sonido procedía del puente que acababan de cruzar. Se asomaron para ver de que se trataba, era una cesta y dentro una preciosa niña. Los dos no dudaron ni un solo segundo en adoptarla, ya que Catalina no podía tener hijos y dentro de poco serian mayores. Decidieron llamarla Noa.
Habían pasado ya ocho años desde que encontraron a Noa. Ahora era una chica guapa con una melena larga asta la mitad de la espalda, morena y con unos ojos marrones casi tan oscuros como su pelo.
Era un verano caluroso de 1874 y Noa había decidido ir a darse un baño al rió, no muy lejos de su casa. Antes de que se pudiera quitar la ropa pudo ver a un chico de unos dos años mayor que ella. Llevaba el pelo corto, moreno pero mas claro que el suyo. Lo que mas destacaba de aquel chico era sus ojos azules como el hielo.
Noa se acerco a el, para saber quien era.
-Hola, me llamo Noa- Dijo la chica.-¿Y tu?
-Me llamo Alexander- le respondió el chico
-Tu nombre es muy raro-le recrimino Noa
-De donde yo vengo no hay nombres como el tuyo-Le dijo el
A partir de ese momento Noa y Alexander se hicieron muy amigos. Inseparables.
Cuando llego la primavera, después de un duro invierno, Noa y Alexander quedaron para jugar donde siempre, al lado del rió en que se conocieron.
-Tengo un regalo para ti-Dijo Alexander a Noa
En ese momento Alexander saco de uno de sus desgastados bolsillos un collar de una pequeña lágrima de cristal.
-Era de mi madre-Le dijo mientras se lo ponía al rededor del cuello
-No puedo aceptarlo-Recrimino la chica
-¿Por que?- pregunto Alexander
-Porque era de tu madre. No puedo aceptarlo
-Por favor
Alexander miro a la chica con sus preciosos ojos azules y ella no tuvo mas remedio que aceptarlo.
Esa misma noche, cuando sus padres se fueron a dormir,Noa salió de su habitación y cogió el maletín de costura de su madre.
Se escondió debajo de la mesa por si sus padres se levantaban y pensó en Alexander. Sus ropas estaban muy desgastadas y a la luz de una vela se puso a coserle una bufanda para que se la pusiera. La única tela que tenia su madre era de color negro. Alexander era muy alto y se la hizo de unas cuantas tallas mas para que le durara mucho tiempo.
Al día siguiente Noa se la entrego y Alexander agradecido no dudo en ponérsela.
Habían pasado siete años mas y Noa ya no era una niña. Se habia desarrollado muy bien a pesar de lo poco que comía, estaba mas guapa que nunca y por ello Alexander no pudo resistirse a ella.
En cambio Alexander se había vuelto mas sombrío y misterioso. Algunas veces desaparecía varios días y no decía donde había estado. Pero a Noa no le importaba.
Una noche, mientras los dos estaban acurrucados en la hierba, Alexander le dijo algo que le rompió el corazón. Se marchaba durante unos años. Había conseguido un trabajo importante y no iba de dejarlo escapar.
A la mañana siguiente Alexander consiguió un caballo y se despidió de ella con un beso. Aun llevaba la bufanda que la había echo ella.
Y mientras se alejaba por el horizonte, Noa no pudo reprimir unas lágrimas mientras agarraba su collar y Noa sabia que nunca mas lo volvería a ver.
viernes, 30 de abril de 2010
Lágrimas de Cristal
Publicado por Rut en 11:11
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